sábado, noviembre 14, 2009

El destierro.

Sus burlas propiciaron mis pasos, primero torpemente apresurados y después con la lejanía se volvieron calmados; Y aunque ya no escuchaba más sus voces sentía en mi espalda el peso de sus murmullos lascerantes.
De nuevo sentí poco a poco como el espacio volvía a ser mio, y así en medio de la nada logré reconocer el castillo del que alguna vez escuche en voca de alguien más.
Las voces comenzarón a relatar:

En este castillo vive la princesa que fue condenada al olvido, sólo porque en alguna ocasión alguien la quiso tanto, que para protegerla la encerró en lo más alto de la torre hasta que un valiente principe pudiera conquistar su corazón por medio de una única prueba...

Lentamente subí uno a uno los escalones de la torre más alta y la escena era escabrosa. Uno tras otro, esperando su turno, los principes esperaban formados y desnudos hasta que llegará el momento, encorvados y sin rostro, tal vez con hambre, tal vez con frio y hasta delante el próximo valiente caminando por una especie de trampolín endeble y recitando:

Lejos permaneció la cercanía
de antaño/ y la de hoy/ desorrientada
inaugura precoz su retirada
y se pierde en su propia lejanía*

De pronto un sonido horrible, el principe se desconcentra y se calla para no caer. Yo me acercó para ver y reconozco que esto es una pesadilla, el trampolìn no es trampolín y no cruza una alberca sino una fosa que es la guarida de un animal aterrador pero que seduce a la vista, del otro lado esperando esta la princesa acostada, pero viste harapos y solo una cobija delgada la abriga, tampoco tiene rostro, tampoco tiene nada.
La bestia vuelve a rugir y el principe pierde nuevamente el control, yo observo y me horririzo, la serpiente aguarda abajo con su mascara de oro y jade, se retuerce entre algas y vulve a quedarse tranquila...es este el momento en el sé que procede la catastrofe.
Un paso más y el intento de un verso más...

toda vez que el ahora se vacia...*

El ruido es petrificante y el principe por fin cae, la serpiente lo debora sin tregua y también le come los versos.
Del otro lado se prepara el siguiente y pretendo detenerlo pero no escucha, ahora tiene rostro, ahora tiene ropa, se ve ergido y tenaz. No me escucha y da el primer paso...

Corró para despertarla a ella, es quizá la única persona que puede dar fin a esta prueba de horror. Me acercó un poco más y el fétido olor me hace retroceder, respiro y tomo valor, trato de incorporarla, entre sueños abre sus horribles ojos negros desorbitados, ya no tiene pelo, ni cejas ni pestañas y no reacciona, esta sedada.

Ruge, ruge y mis lagrimas no se oyen caer.




Distancias/ Mario Benedetti